Así, ahora, sin pensar, improvisó y escribo. Me doy cuenta que odio a la gente, que ya nadie me cae bien. Que todos tenemos defectos yo incluida. Pero los odio, odio esos defectos, son detestables. Y probablemente por eso yo tampoco me vea bien, porque me odio.
Porque me han prometido miles de cosas, juramentos en nombre de padres y madres, porque me han dicho que se quedarían a mi lado, que me apoyarían, que me escucharían, que no se arrepentían. Por eso me odio a mi misma, porque han visto algo en mi que les ha hecho confiar y, más tarde, desconfiar, o más bien, olvidarme.
Nadie ve mi esfuerzo, ni esos a los que ves todos los días y son pilares fundamentales para ti ni esos que saludas gracias a amigos de amigos.
Últimamente odio a toda la gente, porque dices de falsa y eres tu la primera, porque dices no olvidar y eres tu el primero, porque ibas a luchar por mi y lo dejaste todo cuando me viste, porque me sonríes a la cara y te ríes de mi a las espaldas.
Porque odio todo esto, todo esto que no es real y que algún día se acabará, tarde o pronto. La soledad como compañera de vida y mis palabras como consejos. Mis llantos como lecciones y mis risas como recuerdos.
Solo yo, nadie más, porque me han enseñado a no confiar y a darse cuenta de todos son unos falsos, nadie es de verdad. Todos ocultamos verdades que no queremos confesar y facetas que cambiamos depende de la persona.
Yo dejó de luchar, y si me quedó sola mejor. Ven tu si quieres algo, pero te aseguró que yo ya no iré porque en tan solo unos segundos todos en los que pensaba que confiaba me habéis defraudado.
Gracias, y, otra vez, gracias.
Gracias a vosotros os odio, y os veo reflejados en mi, y por lo tanto, me odio.
Odio a toda la gente, ya no hay nadie que sea diferente.
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